Sintió cómo se desprendía una tuerca del engranaje metálico de su corazón, provocando chirridos discordantes en cada latido.
Buscó y rebuscó, y la encontró hundiéndose en los jugos gástricos que inundaban su estómago, convirtiéndola en un submarino torpedeado.
Rescató la tuerca: húmeda, algo deshecha y cubierta por un asqueroso pringue verde. Y sabiendo que su colocación era urgente; la recolocó, de nuevo en su vieja posición, y la forró de esparadrapo deshilachado.
jueves, 30 de diciembre de 2010
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