Perdón, perdón ante todo por las palabras que puedan salir de mis manos, pues no quiero que ninguna sean dardos envenados dirigidos directamente al corazón. Mis palabras solo quieren escapar de mi boca para que tú me comprendas...



lunes, 12 de diciembre de 2011

Kaz


                No dejaba de mirar al frente. Solo veía una pared blanca y acolchada. No había nada más.
                El silencio era absoluto, solo su respiración rompía su monotonía. Bueno, su respiración y la conversación que mantenía con su amigo, un ser invisible llamado Kaz.
                Había perdido la noción del tiempo, aunque, tampoco importaba… Recibía tres visitas al día, cuando tocaba comer, y, excepcionalmente, el doctor venía a ver cómo seguía, pero como no había mejoría solía marcharse con una expresión muy triste que a Kaz le provocaba intensas carcajadas. En algunas ocasiones, duendecillos, hadas, trasgos y algún playmobil descarrilado se colaban, aprovechando  los breves segundos que la puerta permanecía abierta. Entonces, empezaba la juerga: Los duendes sacaban sus flautas y la música inundaba aquella habitación invernal, las hadas bailaban desprendiendo purpurina y rayos de arco-iris y los trasgos… Los trasgos se pasaban el rato saltando sobre la cama y empujándose unos a otros. Pero los que más pena daban, eran los playmobils. Apenas podían moverse y las hadas se burlaban de ellos. Entonces, Ella los cogía entre las manos y los acunaba, mientras le susurraba que no se preocupasen, que ser distinto no era malo. Kaz la miraba asombrado y le sacaba la lengua al sentirse desplazado.
                Cuando la fiesta estaba en lo más divertido, solía venir el enfermero con una inyección. Se la ponían y Morfeo la envolvía con las sábanas, le daba un beso de buenas noches y la dejaba dormir durante horas. Al despertar, se sentía mareada y atontada. Solo Kaz estaba allí, a su lado, preocupado.
                Un día todo cambió. Los invitados de sus fiestas no regresaron y Kaz se marchó. El doctor vino y le dijo que todo había acabado. Ella chilló e intentó zafarse de las fuertes manos de los celadores, que la sujetaban por los brazos. Sus gritos resonaron por los pasillos, rebotando en cada esquina. La ataron en una camilla y le dieron un jarabe que sabía a podrido. Las luces se diluyeron hasta que la oscuridad lo absorbió todo. Entonces dejó sentir.

                Marina se despertó asustada. El sudor resbalaba por entre sus pechos y el camisón se le había pegado al cuerpo. Se destapó y se sentó en la cama. Sacudió la cabeza, en un intento de dominar la sensación de pánico que se había instalado en su estómago. Kaz se desperezó y la miró sorprendido.
                Ella le sonrió tranquilizadora, a pesar de estar asustada. Lo sacó de la cesta y abrazó a su perro. Y desoyendo los consejos de su madre, lo metió en la cama y se abrazó a él. Kaz siempre estaba ahí, con ella.

miércoles, 19 de octubre de 2011

PRINCESA

Por una vez quise ser princesa y conocer los secretos que esconde el sentirse protegida.
Desterré la cota de malla que envolvía mi corazón y la tiré a un rincón de la habitación.
Sí, por una vez quise ser princesa…
¿Dónde estaban los caballeros?
Dormidos, perdidos…
Atraídos por el chillido silencioso de mi desnudez, los fantasmas regresaron para rondarme en las noches. Sus palabras perforaban mi cerebro, mi mente no disponía de armas para ahuyentarlos y el huir de ellos era difícil.
El olvido me tentaba a entregarme a él: Si olvidas, desaparecerán…
Demasiado fácil, demasiado doloroso.
Y allí estaba mi armadura, tirada en una esquina.
Mudas palabras pronunciadas: Me necesitas… Y lo sabes.
Atraída de nuevo por esa falsa protección, volví a ella.
Frío metal que envolvió de nuevo mi cuerpo.
Y así, dejé atrás a la princesa que una vez quise ser… una princesa perdida en la niebla…

jueves, 6 de octubre de 2011

LA REINA SUPREMA

A su funeral acudieron todos aquellos seres mágicos con los que siempre soñó y la acompañaron durante sus noches de vigilia.
Estaban los duendes y los enanos, los elfos y los dragones. Las amazonas, eternas musas de aquel corazón rebelde, lloraban la pérdida de aquella mujer que un día decidió seguirlas en la batalla literaria. Personajes no nacidos, morían. Y aquellos inventados, perderían su vida para siempre, si ella decidía abandonarles.
Dormida en un lecho de lienzos púrpuras, había cerrado sus ojos para siempre, pues sus cuentos de hadas solo habían sido locas fantasías de una idealista. Ideales que la habían conducido a su propia muerte.
Su corazón permanecía en una vasija de cristal, sus latidos habían quedado amortiguados por el silencio espectral de aquel bosque que un día imaginó. Roto y desgarrado, la sangre de aquel músculo bombeador había quedado impresa en las manos de aquellos seres de fantasía que habían tratado de salvarla. Pero ignorando, aquella súplica, ella se había arrancado su propio corazón en un intento de salvar la frialdad que aún albergaba.
Su otro yo la miraba, la observaba con lastimera compasión, suplicando que su sufrimiento no hubiese sido muy doloroso. El mundo había dejado de ser un lugar para ella, pues su valentía se había convertido en una temeridad que la había llevado a dar su vida por sus ideas, pensamientos y sentimientos, los cuales no tenían cabida en la realidad mortal. La gente como ella estaba condenada a luchar hasta dejarse la piel, pero todo tenía un límite, que ella sobrepasó con fatales consecuencias.
Enterró sus cuentos de hadas, recuerdos infantiles que hablaban de la bondad y la sinceridad; sus libros de literatura épica, que la habían llevado a una concepción errónea del amor, y las historias que ella escribió en busca de un reino de sabiduría humana mejor. Entre polvo y tierra, se pudrirían y serían olvidados, como ella.
Ya nada se podía hacer. La decisión había sido tomada y ya ni los viejos príncipes, inmortales a través del tiempo, se atrevieron a despertarla, pues sabían que sus besos, antaño mágicos, habían perdido su efecto. Ella había dejado de creer en ellos. Había perdido la fe. Y sin eso, la magia solo era creencias irreales de mentes perturbadas que habían dejado de buscar respuestas en Dios para hacerlo en sueños, premoniciones o en los astros del cielo.
El Bando de la Luz, de la que se creía su fiel sirviente, nunca existió pues solo fue un sueño y, por consecuencia, ella otro, un espejismo de la realidad hecho de brumas invisibles cargadas de fantasías.
Le robó a sus manos el don de la escritura, para dejarlas huérfanas, pues sabía que si ella moría aquel don no sería apto en su resurrección, solo sería un lastre.
Supo aquella noche que nadie haría jamás nada por ella, que nadie daría su vida por verla sonreír y con la certeza de aquel que sabe que no tiene nada más que perder, se sumió en un sueño profundo dejando a su alma volar libre, en busca de un lugar mejor en el que poder sobrevivir.
Solo sería un cuerpo, sin alma, sin corazón… Extirpados los sentimientos, podrían enfrentarse a la realidad y a sus moradores y los vencería, pues en un lugar en el que la sinceridad era más un defecto que una virtud, ella sería la nueva reina.
La Reino Suprema.

Esto fue escrito el 7 de diciembre de 2008. En una noche nefasta, dónde personas a las que adoraban se quitaron las caretas y me permitieron ver su verdadero rostro. Con el tiempo, me di cuenta de que quien te quiere, te respeta. Tarde en darme cuenta de la realidad, sin embargo, tal y como dice el refrán, más vale tarde que nunca. A pesar de eso, a esas personas les deseo lo mejor.

jueves, 22 de septiembre de 2011

LUZBEL

-          Cicatrizará, del todo, en un par de días. – Su mirada destilaba preocupación mientras le colocaba unos vendajes en la espalda. – No deberías haberlo hecho.
Luzbel se levantó de la cama semidesnuda, desatando, inconscientemente, un deseo lascivo en la mente de Rafael. El joven fue consciente de cómo sus mejillas se teñían con un sonrojo pudoroso que, nada tenía que ver, con la verdadera naturaleza de sus pensamientos obscenos.
-          ¿Y qué esperabas? – le espetó con furia contenida. - ¿Qué fuese misericordioso?
Hizo una mueca de desagrado, a la que le siguió una sonrisa sarcástica:
-          Eres un incrédulo, Rafael.
-          Te saltaste las normas… - dijo dubitativo.
-          ¿Y?
-          Que mereces un castigo. – Su voz sonó firme y poderosa en aquella ocasión.
-          ¿Y tú también lo crees? – No obtuvo respuesta, Rafael se limitó a mirarla con lástima. - ¡Lárgate! ¡Déjame en paz! ¡Eres igual que Èl!
Rafael se acercó e intentó acariciar su rostro. En otro tiempo, muy lejano ya y perdido en la memoria de la humanidad, había sido su mentor, amigo y confidente. En realidad, debía reconocer que la había querido con locura.
Sin embargo, Luzbel había pasado demasiado tiempo en la Tierra, había aprendido de los hombres y, como ellos, había acabado con el alma corrupta y putrefacta.
-          ¿Por qué sientes pena de mí? – gritó Luzbel con los ojos encharcados en lágrimas.
-          Lamento tanto que hayas acabado así…
Rafael la abrazó y, por un instante, Luzbel lo consintió. Se dejó envolver por el cálido cuerpo de su viejo maestro y apretó los párpados en un intento de controlar su tembleque.
Los dedos de Rafael bajaron por su espalda con delicadeza y no se detuvieron hasta que, sus yemas, rozaron las dos pequeñas cicatrices con forma de hoz que tenía debajo de los omoplatos.
Un latido se quebró en el interior de Luzbel, apartándose bruscamente de él.
-          Eres peor que la serpiente que engatusó a Adam.
-          Y tú una blasfema. Maldices al que te dio la vida. Por eso te han expulsado.
Luzbel suspiró. Aquello era cierto: Había blasfemado, maldecido y había sido expulsada de los cielos. Pero volvería a hacerlo, pues nadie la obligaría a dejar de pensar:
-          Mi querido Rafael, ¿qué ha hecho tu dios por ti? ¿Qué ha hecho por los hombres que moran estas tierras? Dios ha abandonado a su juguete, ha dejado sola a la humanidad sin importarle qué y cómo será su destino. Las guerras se extienden como una plaga que destruye la cosecha; los niños hambrientos aprietan sus vientres entre sus manos, clamando piedad; Las enfermedades sin cura llenan los hospitales de dolor y de miedo… El terror crece: Asesinatos, atentados, abusos, violaciones… son el padrenuestro de cada día. ¿Y qué hace tu Dios? Se da la vuelta y juega al ajedrez con sus amados arcángeles. ¡Hasta Lucifer se preocupa más por todo lo que sucede en el mundo de lo vivos que el Todopoderoso!
Rafael se enfrentó a ella con un rostro cargado de ira. El arcángel desplegó sus alas de suaves y blancas plumas, las agitó creando un pequeño vendaval y las volvió a esconder como señal de superioridad.
-          He aquí tu nueva condición: Disfruta, malvive y muere, en vida, como uno de ellos. Has renunciado a la Gracia Bendita, a la protección de Dios. La clemencia se ha agotado,  no habrá otra oportunidad para ti. Ángel eras y en mortal polvoriento te convertirás. Nada esperes ya, pues tu sufrimiento acaba de empezar.
Un haz de luz púrpura inundó la habitación. Entre los rayos violáceos, vislumbró un rostro anciano, de barba blanca y fría mirada, que parecía reprocharle su conducta con palabras mudas. Y Rafael desapareció.
Luzbel se vistió y salió a la calle, estuvo horas paseando entre la muchedumbre, observando a los niños jugar en el parque, escuchando risas de ancianos y besos de enamorados.
Era verdad. Gabriel tenía razón. Una vez colgadas las alas, el cielo cerraba sus puertas. Sin embargo, tal y como, el ex arcángel Miguel le había contado, la mortalidad forzosa le devolvería su verdadera condición angelical. Aquella que no deberían a ver perdido por haber portado unas alas que, hacía tiempo, había dejado de significar el bien y la bondad.
Dios le había cortados sus plumas, convirtiéndola en un ángel caído más, y la había condenado a una eternidad humana. Pero se sentía feliz. Sabía que, a pesar de que la maldad hubiese existido siempre, el ser humano era el único ser capaz de ver la luz en la oscuridad más absoluta, pues aunque muchos sabían ya que Dios ya no estaba con ellos, no dejaban de luchar.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Desvaríos De Un Dolor De Cabeza

Ahí estaba proyectada otra vez. Era esa sombra amorfa que se dibujaba en la pared cada mañana y que, a lo largo del día, iba cambiando.
Al principio pensé que era fruto de mi imaginación fantásticamente perversa, pero con el paso de las semanas seguía allí: inconfundible, estrambótica, tentadora y aterradora.
Era extraño. Cuando entraba en la habitación y no la percibía de inmediato sentía un temor irracional. Luego, me tranquilizaba al notar la oscuridad sin forma que se desparramaba hacia el suelo.
Los días se comieron unos a otros y una noche vislumbre una guadaña.
Al acostarme, soñé con un ave.


domingo, 29 de mayo de 2011

El Precio De Los Sueños

A la sombra del telón, los susurros amortiguan las caricias del silencio, entre escombros de fracasos y restos de maniquís descuartizados.
El valor del afortunado éxito es el olvido de los sueños que te llevaron a dormir en su inmaculado regazo.
Pecados a cambio de virtudes, futuro por pasado, extraños convertidos en amigos...




¿Es ese el precio?

martes, 1 de febrero de 2011

Cosas De Patos

Los nervios se enredan alrededor de mi estómago. Son finas ramas que me estrujan el corazón y ralentizan su ritmo, para desbocarlo sin control cuando dejan de apretar.
Asustan. Paralizan.
La incertidumbre confunde mi entendimiento, que huye de la concentración en busca de una actividad que requiera menos poder mental.
A decir verdad, no sé a qué le temo más, si a las nuevas experiencias o a la soledad que podrían conllevar.

- Tú eres valiente. - me susurro a mí misma.

Y, sin embargo, no creo que sea cuestión de valentía, sino de patos... Sí, patos patosos que desean echar a volar, pero que a la vez tienen vértigo.