Hace poco lo volví a ver y el pequeño bulto que adornaba su sien derecha ha desaparecido.
Su "cuernecito" era el único signo que delataba su verdadera condición de dragón.
Debe haber olvidado quién era, qué era... Era el último.
Su memoria se ha diluido entre la multitud de mentes pensantes y científicas, que han dejado atrás su visión infantil, mágica y fantástica.
Con el olvido llega la extición. Y, trágicamente, con la extinción se forjan las leyendas.

NOTA
Dedicada a ese anciano cacereño, del que no sé el nombre, al que veo caminar y caminar entre personas de este tiempo, mientras que él parece deambular entre las calles de sus recuerdos. Porque en él, cada vez que lo veo, veo al Hombre Dragón.
Con todo mi cariño.
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