Buscó y rebuscó, y la encontró hundiéndose en los jugos gástricos que inundaban su estómago, convirtiéndola en un submarino torpedeado.
Rescató la tuerca: húmeda, algo deshecha y cubierta por un asqueroso pringue verde. Y sabiendo que su colocación era urgente; la recolocó, de nuevo en su vieja posición, y la forró de esparadrapo deshilachado.

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